miércoles, 20 de febrero de 2013

Let go.

La naturaleza humana, lo que somos por defecto, nos lleva a aferrarnos a lo que nos rodea, sin importar mucho si se trata de ambientes, relaciones, objetos, o personas. Es algo que a mí en particular me gustaría aprender a controlar.

A veces me doy cuenta de que me aferro a personas que no valen el esfuerzo. Es como si el hecho de mantener las cosas como están y evitar cambios fuera lo más importante por momentos. El punto está en la paradoja de que así como nadie es reemplazable, todos son reemplazables. Nadie nos es completamente necesario en nuestra vida, salvo nosotros mismos, y cualquier sensación diferente al respecto es simplemente una percepción alterada de la realidad.

Me sucede que si bien luego de dejar a una persona irse de mi vida, el hecho me importa bastante poco, en el momento inicial de afrontar este cambio, me aferro, y trato de evitarlo. Y en la mayoría de los casos no debería, ya que muchas veces quienes se van de tu vida terminan por ahorrarte problemas. Y a algunas personas este acto de nuestra parte las hace sentir como que están "ganando" una cierta lucha de poder e importancia, que al nosotros intentar evitarlo, estamos demostrando que ellos son más importantes para nosotros que nosotros para ellos, y se sienten bien con eso. Se van con una sonrisa y la autoestima un poquito más alta. Y no se merecen eso.